Avionetas rasantes en el este, sur, suroeste; pacas y más pacas en el Caribe ardiente. Haití recipiendario aparentemente incontenible y toda la línea fronteriza a merced de la barbarie, Dominicana mercado que incrementa toxicómanos y trampolín hacia las grandes urbes, Europa, Norteamérica centros consumidores por excelencia. No pasa un día sin que un alijo de drogas sea descubierto en aeropuertos, puertos, casas, apartamentos, parqueos, contenedores, con portadores nacionales y extranjeros con nacionalidades tan diversas que organizadas alfabéticamente recorreríamos la geografía de los continentes. Todos los sexos, géneros y edades involucrados. Ya no existe clase de estupefaciente sin mencionar, cocaína, heroína, éxtasis, marihuana hasta la burundanga para dormir el espíritu del más despierto. Ya somos modernos tenemos de ¨ todo como en botica ¨. Esa es la que sale, la que se queda inunda calles, avenidas, callejones, patios, traspatios, esquinas, parques, salones, escuelas, universidades, el frente, la parte atrás; y la policía denuncia más de 20,000 puntos de ventas que no tienen ni la asociación de supermercados y el delivery de los colmados, los cuales no le ganan en distribución a los capos del negocio.
Las bancas deportivas, de palé, caraquita, quinielas y los tragamonedas se quedan cortas ante tanta esfervecencia. Bandas, pandillas, mafias organizadas que cobran peaje por protección a humildes comerciantes, transeúntes, vecinos y pobladores.
Sintomatología de una inmundicia perniciosa, urbana, suburbana, rural. Una gran tragedia.
Mierda como llega, no seamos indiferentes, procuremos un mejor ambiente libre de desechos tóxicos que ni el ¨rockash¨se salve.